Abro los ojos,siento
las sábanas de algodón arropándome, son color naranja. Ya es de día, el sol ilumina el piso blanco de mi
habitación. Hoy no hay que ir a trabajar, al menos eso es lo que dice mi
cuerpo.
Veo la luz roja
parpadear desde el blackberry, tengo un mensaje, agarro el
teléfono, aprieto el botón para abrir la aplicación de mensajería instantánea
de color verde, leo el mensaje, es tuyo y mi corazón
comienza a acelerar su ritmo, casi puedo sentirlo rozar la piel de pecho,
en mi cara se dibuja como media luna una sonrisa y mis dedos veloces teclean un “te amo”.
Miro alrededor, la habitación se ve normal, tiene los metros cuadrados exactos que me hacen sentir el calor de hogar de siempre, las mariposas
habituales que adornan las paredes y la televisión fija a lo alto. Sin embargo
hay algo de esta realidad que me sabe diferente, es como si a mi cuerpo le
hiciera falta un gramo más de oxígeno. Vuelvo a mirar la brillantez del sol
entrando por la ventana, a sentir la suavidad de mi cama y la solidez del
celular en mis manos, pero algo no es real. Cierro los ojos, respiro
profundamente, los abro…ahora sí ya he despertado.
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